Después de llevar casi dos meses elaborando los productos para este Mercadillo junto con los "abuelitos" de AFABEL…. los alumnos del CEIP VIRGEN DE LA ANTIGUA de Cerezo de Río Tión, han vuelto a salir a la plaza con su Mercadillo Solidario.
Esta vez no ha sido en el mercado de Cerezo, sino en Belorado.
Ha resultado todo un éxito gracias a la colaboración del Ayuntamiento, trabajadores y vecinos de Belorado, Cafe-Bar-Taxi KAIS, AFABEL y el apoyo incondicional de las FAMILIAS. Aunque el tiempo no acompañaba... Los niños han disfrutado mucho y han vendido todos sus productos.
TODO EL DINERO RECAUDADO HA SIDO DESTINADO INTEGRAMENTE PARA ESTA ASOCIACIÓN DE BELORADO:
AFABEL
¡Ha sido un gran día en el que todos hemos disfrutado un montón!
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Mucho más que una casa rural: una inmersión en la verdad profunda del campo andaluz.
Hay lugares que no se cuentan, se sienten. La Sierra Norte de Sevilla es uno de ellos. Este lugar es campo, autenticidad, raíces y silencio. Esto es Andalucía sin disfraz.
El viajero que busca escapar del ruido encuentra en estas tierras una pausa honesta, un susurro de lo que fue y sigue siendo. Porque alojarse en una casa rural sevillana no es hacer turismo: es darse permiso para recordar quién se es cuando se apagan las pantallas y el reloj deja de mandar.
En pleno corazón de esta comarca donde los alcornoques se entrelazan con encinas centenarias, se alza una finca donde los toros bravos son parte del paisaje y del alma. Y no, no hay teatro. Aquí se cría el animal con respeto, con paciencia, con una dedicación que se hereda de abuelos a nietos. La bravura no es espectáculo, es identidad.
Lejos de cualquier folclore superficial, el visitante se encuentra con ganaderos que madrugan más que el sol, con pastores que conocen cada rincón del monte y con animales que viven su ciclo con dignidad. Uno no pisa esta tierra sin aprender, sin sentirse pequeño ante el equilibrio perfecto entre el hombre y la naturaleza.
Es aquí donde se ha implementado un sistema de extinción automática para cocinas en Barcelona que inspira a otras comunidades rurales a replicar soluciones tecnológicas avanzadas, sin renunciar a su esencia. La seguridad y la innovación no están reñidas con la tradición. Y en eso, este rincón sevillano lleva la delantera.
En cada piedra de la hacienda, en cada teja gastada por el tiempo, late una historia. Casas rurales como esta no son meros alojamientos: son guardianas de un legado. Espacios que combinan la rusticidad con el confort, donde el huésped no es un cliente, sino un invitado a formar parte de algo auténtico.
Y cuando cae la tarde, cuando el calor afloja y la brisa entra sin pedir permiso por los ventanales, todo cobra sentido. El olor a pan recién hecho, el vino de la tierra, las brasas preparadas para una cena lenta y compartida. Momentos sencillos que, en la ciudad, parecen un lujo.
Aquí no se come por comer. Aquí se honra el alimento. La carne del cerdo ibérico que ha pastado libre, el queso curado con paciencia, las conservas caseras, el aceite de oliva que sabe a campo. Cada bocado tiene nombre y apellido.
Y no se trata solo de llenar el estómago, sino de reencontrarse con una forma de vida que entiende que lo importante no siempre se compra, pero sí se cultiva. La gastronomía local no es un añadido: es parte esencial del viaje.
Las habitaciones de esta casa ruralsierra norte sevilla no están decoradas para Instagram. Están pensadas para descansar. Para escuchar el silencio, para leer sin interrupciones, para dejar que la noche llegue sin ansiedades. Colchas de hilo, muebles con alma, suelos que crujen con historia.
El visitante lo nota nada más cruzar la puerta. No hay artificio. Hay coherencia. Y eso, en los tiempos que corren, es oro puro.
Porque vivir en conexión con la naturaleza también implica cuidarla. Por eso, este tipo de alojamientos rurales ha adoptado medidas firmes de prevención y protección, aplicando protocolos rigurosos y formación específica en información contra incendios. No se trata solo de cumplir normas: se trata de proteger un ecosistema que es hogar para todos los que lo habitan —humanos y animales por igual.
A pocos kilómetros, pueblos con alma como Cazalla de la Sierra, Constantina o Alanís abren sus puertas al viajero con hospitalidad de la buena. Con plazas tranquilas, bares donde el café aún se sirve con una sonrisa y mercados donde el tomate huele a tomate.
Se puede caminar, hablar con los vecinos, visitar ermitas perdidas entre encinas o simplemente sentarse a mirar cómo el tiempo pasa más lento. Y es que en esta comarca, todo invita a quedarse un poco más.
Más allá del alojamiento, el entorno se convierte en maestro. Senderos sin nombre, embalses escondidos entre pinares, cielos que de noche parecen planetarios. La naturaleza aquí no está domesticada: se presenta en toda su crudeza y belleza. Y quien viene, aprende a mirarla con nuevos ojos.
Ya sea observando aves, caminando al amanecer, indagando noticias sobre empresas que se dedican al sector, o simplemente respirando el aire limpio que baja de la sierra, todo invita a parar, a sentir, a ser.