MUEBLES DE ROBLE EVH
El lunes 19 de febrero nos fuimos de Excursión a Belorado para realizar diferentes actividades.
La primera fue la visita a esta fábrica de madera donde nos trataron estupendamente y tuvieron grandes detalles con nosotros.
Gracias a Muebles de Roble EVH, los alumnos han podido observar el proceso de elaboración de los muebles de madera hasta que se llevan a la sala de exposición para venderlos. Ha sido un día precioso donde hemos aprendido mucho.
Esta actividad la hemos podido realizar Gracias a la Fundación Caja de Burgos a través del proyecto PLANEA EMPRENDEDORES.
https://about.me/promatecextintores
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Porque cuando el fuego llega, no pregunta, arrasa
Mire usted, no estamos para paños calientes ni florituras de salón. Cuando el fuego aparece, no hay lugar para discursos de sobremesa ni frases hechas sacadas de una tertulia de madrugada. El fuego no se discute. Se combate. Se apaga. Y se apaga bien. Sin más.
Porque, créame, no todos los fuegos son iguales, ni todos los extintores valen lo mismo. Si usted se siente seguro por ver un cilindro rojo colgado en una pared, permítame decirle, sin ánimo de ofender, que anda usted más perdido que un pulpo en un garaje.
Hoy vamos a entrar al trapo con ese tono que algunos echan de menos: el de la claridad, la experiencia, el sentido común. Y con una buena dosis de realidad, sin rodeos ni cortinas de humo. Porque en este tema, o se dice lo que hay, o el fuego lo dirá por nosotros. ¿Vamos? Vamos.
Antes de ponerse a hablar de extintores como si fueran figuritas decorativas o cromos de la infancia, hay que saber a qué bicho nos enfrentamos. Porque el fuego tiene clases, y a cada clase, su antídoto. No es lo mismo una fogata en la chimenea que una fuga de gas en la cocina.
Clase A: Sólidos. Madera, papel, cartón, textiles… El fuego que uno asocia con el hogar.
Clase B: Líquidos inflamables. Gasolina, pintura, alcohol… Arden con rabia. Con rencor. Son fuegos de mecha corta.
Clase C: Gases como butano, propano o gas natural. No hacen ruido, pero cuando aparecen, no hay margen de error.
Clase D: Metales combustibles como magnesio o titanio. Esto es nivel experto. No lo encontrará en casa, pero si lo tiene cerca, necesita saber lo que hace.
Clase F: Grasas y aceites. Cocina, frituras, hostelería. Y no, no se apagan con agua, por si lo dudaba.
Aquí es donde la gente suele meter la pata. Porque no basta con tener un extintor, hay que tener el adecuado. Y aquí entra la importancia de los tipos de extintores. Cada uno tiene su ciencia, su oficio y su razón de ser.
Extintor de agua a presión (Clase A): El clásico. El de toda la vida. Para fuegos en muebles, libros, ropa… Sirve, sí, pero ojo: ni se le ocurra usarlo donde haya electricidad o líquidos inflamables. Acabará usted haciendo cortocircuito consigo mismo.
Extintor de polvo químico seco (ABC): El todoterreno. Si sólo puede tener uno, que sea este. Funciona contra sólidos, líquidos y gases. Es el rey del garaje, el favorito de las comunidades y el salvador en oficinas. ¿Contras? Ensucia más que un pastelazo, pero apaga, que es lo que cuenta.
Extintor de dióxido de carbono (CO₂): Ideal para tecnología, salas de servidores y sitios donde no se puede dejar huella. No moja, no mancha. Pero ojo, desplaza el oxígeno, así que use y corra. Literalmente.
Hay fuegos que no son de andar por casa. Y hay extintores que tampoco.
Clase D (metales combustibles): No intente hacerse el héroe con estos. Si trabaja con aluminio o magnesio, ya sabe que aquí no valen los extintores de siempre. Ni agua, ni CO₂. Esto es de profesionales.
Clase F (aceites y grasas): Aquí está el fuego más traicionero de todos. El de cocina. Que parece poca cosa y en segundos se convierte en una trampa mortal. Solo se combate con un extintor clase F, y punto.
Y si a estas alturas ya se le ha hecho un nudo en la cabeza, tranquilo, que aquí es donde entra Extintores Mundoblog. Porque no se trata solo de vender un cacharro rojo y desearle suerte. Se trata de acompañar, revisar, enseñar y proteger. Y eso lo hacen ellos. Con rigor. Con criterio. Y sin fuegos artificiales.
¿Tiene usted extintores? Perfecto. ¿Están al día? ¿Seguros? ¿Revisados? Porque tenerlo no basta si está muerto de risa desde hace cinco años.
Cada mes: Mírelo. ¿Está bien de presión? ¿Está entero? ¿Es accesible? Lo básico, vamos.
Cada año: Que lo revise un técnico. Un profesional. No el cuñado manitas.
Cada cinco años: Retimbrado. Si no sabe qué es, pregunte. O cámbielo. Pero no lo deje estar.
Vida útil: Hasta 20 años. Siempre que se cuide. Si no, ya sabe…
Aquí no hay una receta mágica. Pero sí hay lógica. Y conocimiento.
Viviendas particulares: Uno de polvo químico seco ABC. Ni más, ni menos.
Oficinas: Uno ABC para papel y madera. Otro de CO₂ para ordenadores y equipos.
Restaurantes: CO₂ en el comedor. Clase F en la cocina. No se la juegue.
Naves industriales: ABC por defecto. Clase D si hay metales.
Centros de datos: Solo CO₂. El polvo aquí sería como lanzar arena en un reloj suizo.
Real Decreto 513/2017, conocido como RIPCI. No es sugerencia. Es norma. Obligatoria. Y clara como el agua:
Extintores obligatorios en edificios con público.
Uno cada 15 metros lineales.
Visibles, señalizados y accesibles.
Revisados por empresas autorizadas.
Saltárselo es jugar con fuego. Literalmente.
Aquí lo único que importa es:
Tenga el extintor adecuado, manténgalo como Dios manda y sepa usarlo.
Lo demás es humo que se lleva el viento. Y cuando el fuego aparezca —que ojalá no lo haga—, usted sabrá cómo responder sin mirar al techo, sin dudar, sin correr buscando milagros.
Porque el fuego no espera. Y usted tampoco debería.