Los alumnos de 5º y 6º de primaria cada día adquieren mayor competencia digital y lingüística.... Estamos en contacto con alumnos de otros centros para realizar actividades conjuntas vía SKYPE: entrevistas, acertijos, juegos de lengua, juegos matemáticos, etc.... Mejorando nuestra oratoria, capacidad de investigación, relaciones sociales, destrezas orales, escritas, y abriéndonos a un mundo cada vez más digital....
CADA DÍA VAMOS APRENDIENDO UN POCO MÁS
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Una guía rigurosa y sin pamplinas sobre los tipos de extintores y su uso eficaz.
No, no basta con tener un extintor colgado en la pared como quien tiene un cuadro. Hay que saber qué se tiene, para qué sirve y cuándo usarlo. Porque sí, hay muchos tipos de extintores, pero solo uno será el adecuado cuando la cosa se ponga fea. Y más vale no equivocarse.
En esto, como en la vida, no todos los fuegos son iguales. Y no todos se apagan de la misma forma. La clasificación oficial distingue entre seis tipos:
Clase A: Combustibles sólidos como madera, papel, cartón, tela… vamos, lo típico de un salón, una oficina o una biblioteca.
Clase B: Líquidos inflamables, gasolina, alcohol, disolventes. Más traicioneros, porque se propagan como la pólvora.
Clase C: Gases inflamables: butano, propano, gas natural. Requieren precisión quirúrgica, o puede acabar todo en los aires.
Clase D: Metales combustibles. Aquí hablamos de titanio, magnesio, sodio. Incendios con pedigrí industrial.
Clase F: Aceites y grasas de cocina. Lo que salta de una sartén y convierte una freidora en una trampa mortal.
Y ahora que los conocemos, vamos al meollo: qué tipos de extintores usar para cada uno.
Para fuegos de Clase A, son una maravilla. Económicos, ecológicos, de uso intuitivo. Enfrían el material en llamas hasta dejarlo manso. Perfectos para hogares, colegios, oficinas.
Pero cuidado: no se le ocurra usarlos sobre un enchufe ardiendo o una sartén con aceite. Puede terminar electrocutado o avivando el incendio. El agua no es tan inocente como parece.
Aquí tenemos al multiusos por excelencia. Sirve para fuegos de clases A, B y C. Contiene fosfato monoamónico, que interrumpe la combustión sin contemplaciones.
Ventajas: apaga rápido, es eficaz en múltiples entornos, desde el garaje hasta la sala de servidores.
Inconvenientes: deja todo hecho un solar de polvo. Después de usarlo, prepárese para una limpieza profunda o para cambiar la impresora que se ha tragado media carga.
Estos utilizan dióxido de carbono a presión, que desplaza el oxígeno y apaga el fuego sin dejar ni una pizca de rastro. Son ideales para fuegos eléctricos (Clase C) y líquidos inflamables (Clase B).
Uso recomendado: salas con ordenadores, cocinas industriales, laboratorios.
Ojo: en espacios cerrados pueden provocar asfixia. Después de dispararlo, salga del lugar como alma que lleva el diablo.
Están diseñados para incendios causados por metales. Y no, no se apagan con agua ni con CO₂. Eso sería una receta para el desastre.
Llevan polvos especiales que aíslan el metal y neutralizan su combustión. Específicos para industria química o metalúrgica. Si no trabaja usted con magnesio, probablemente nunca necesite uno… pero si lo necesita y no lo tiene, se acordará.
Son los únicos que pueden con incendios de aceites y grasas. Lo hacen formando una capa de espuma que sella y enfría el fuego. No hay otra solución igual de segura.
Indispensables en cocinas profesionales: hoteles, restaurantes, food trucks.
Y por favor, que nadie piense que con un extintor de agua va a apagar una freidora. Eso termina siempre mal.
Porque de nada sirve tener un extintor si cuando lo necesitas está sin presión, con el precinto roto o caducado. El mantenimiento no es una opción, es una exigencia legal.
Revisión mensual: comprobar presión, accesibilidad, estado exterior.
Inspección anual: por técnico autorizado, revisando interior, peso del agente y manguera.
Retimbrado cada 5 años: desmontaje completo, limpieza y prueba hidráulica.
Vida útil máxima: 20 años. A partir de ahí, al reciclaje.
Y no se engañe: la mayoría de extintores en edificios antiguos están caducados. Compruébelo hoy mismo.
Cada actividad económica tiene riesgos diferentes. Por eso, no vale con comprar cualquier extintor en el súper y colgarlo del primer clavo.
Oficinas: polvo ABC y CO₂.
Industrias: polvo ABC, clase D si hay metales.
Restaurantes: CO₂ en zonas eléctricas y clase F en cocina.
Centros de datos: solo CO₂, para no cargarse los equipos.
Viviendas: polvo ABC como solución todoterreno.
Y no olvide señalizar, mantener accesibles y revisar todos los equipos. La ley lo exige y la seguridad lo impone.
Todo esto no es solo sentido común, es también obligación legal bajo el paraguas del Reglamento de Instalaciones de Protección Contra Incendios (RIPCI), Real Decreto 513/2017.
Algunos puntos clave:
Extintores obligatorios en edificios de pública concurrencia.
Siempre accesibles y visibles, a no más de 15 metros de distancia.
Revisados por personal acreditado.
Documentación y registro de mantenimiento al día.
No cumplir puede suponer multas… o algo mucho peor si ocurre un incendio.
Usar el extintor adecuado salva vidas. Usar el equivocado puede arruinarlas. Así de claro. No hay margen para la improvisación ni espacio para la duda.
Desde una pequeña oficina hasta una gran nave industrial, cada entorno necesita un plan específico y extintores adaptados a su riesgo. No es cuestión de estética ni de cumplir el expediente: es cuestión de responsabilidad.
¿Busca extintores homologados, asesoramiento profesional y mantenimiento riguroso? Apóyese en empresas que conozcan los entresijos del sector, no en soluciones genéricas de catálogo.