El lunes 29 de enero los niños del CEIP VIRGEN DE LA ANTIGUA se encontraron por los pasillos del centro con el temido "Pirata rubiata". Tras leerles un pergamino que contenía instrucciones para llegar a un tesoro.......comenzaron su aventura.
Varios retos y pruebas debieron superar.. pero conseguirían el objetivo? ....
Para convertirse en piratas comenzaron su gran aventura....
Os invitamos a verlo…
ignifugacion de naves industriales
Extintores olvidados, responsabilidades diluidas y una Barcelona que prefiere mirar hacia otro lado.
En Barcelona, cuando hablamos de prevención de incendios en edificios públicos, nos referimos a una realidad alarmante: la capital catalana está jugando con fuego. Literalmente.
Porque mientras los discursos institucionales se llenan la boca con sostenibilidad, inclusión y modernidad, lo básico —lo que de verdad protege vidas humanas— brilla por su ausencia. Los extintores están caducados, mal ubicados o, directamente, no existen en muchas instalaciones de titularidad municipal. No es una exageración ni una crítica lanzada desde la barrera: es el resultado de una falta sistemática de mantenimiento, seguimiento y responsabilidad.
No hace falta ser experto en emergencias para saber que un edificio público —sea un centro cívico, una biblioteca o una oficina del Ayuntamiento— debe contar con extintores operativos, revisados y accesibles. Y sin embargo, basta con recorrer unos cuantos espacios municipales para toparse con la evidencia de la dejadez: extintores sin precinto, etiquetas vencidas hace años, soportes oxidados, y en muchos casos, ni rastro del dispositivo.
Todo esto en una ciudad que presume de innovación, que acoge congresos de tecnología y que aboga por el urbanismo inteligente. La contradicción es sangrante. Y lo más grave no es la falta de recursos: es la falta de voluntad política y de control institucional.
¿Tan difícil es garantizar que los sistemas mínimos de seguridad estén en condiciones? ¿Tan complejo resulta cumplir con la normativa más básica?
Los ciudadanos merecen protección real, no discursos decorativos.
El caso de los extintores barcelona no es una mera anécdota. Es un símbolo de cómo la administración puede descuidar lo esencial mientras sigue invirtiendo en proyectos de imagen. Porque los extintores no salen en las fotos. No se inauguran. No cortan cintas. No dan votos. Pero salvan vidas.
No basta con que estén. Tienen que estar en buen estado, visibles, correctamente señalizados y con su mantenimiento actualizado. Y eso no lo puede garantizar un cartel pegado con celo ni un documento de Word impreso. Eso se garantiza con inspección, seguimiento y responsabilidad directa.
La solución no está en convocar comisiones ni en redactar protocolos eternos. Está en actuar. En contratar a las empresas adecuadas, en establecer un calendario de revisiones y en no dar tregua a la desidia.
Si en un comercio privado o en una vivienda se necesita comprar un extintor, el proceso es rápido y directo: se elige el tipo, se adquiere, se instala, se revisa. En cambio, cuando se trata de un edificio público, todo se vuelve enrevesado, farragoso, ineficaz.
Que si falta una partida presupuestaria, que si no hay empresa adjudicataria, que si el contrato marco ha expirado, que si hay que esperar al nuevo pliego. Y así, los meses —a veces los años— pasan sin que nadie actúe. Y mientras tanto, los edificios siguen expuestos, y quienes los usan, aún más.
Es inaceptable que un trámite tan simple como comprar un extintor se vea bloqueado por la maquinaria pesada de la administración. La prevención no puede esperar a que cuadren los calendarios de los departamentos. Ni puede depender de que alguien tenga “voluntad de mover el tema”.
Hay que agilizar procedimientos. Hay que tratar la seguridad con la urgencia que merece. Y hay que dejar de actuar como si los incendios solo pasaran en los telediarios.
Se requiere de más info sobre extintores co2, porque no todos los fuegos se apagan igual. En este punto, no está de más recordar que no todos los extintores sirven para todo. Hay tipos específicos según el riesgo: de polvo, de agua, de espuma y de CO₂. Este último —el de dióxido de carbono— es especialmente útil para fuegos eléctricos o en presencia de líquidos inflamables, donde el agua podría agravar el problema.
Pero para que esa elección técnica se aplique correctamente, hace falta algo muy sencillo: que haya alguien que sepa lo que está haciendo. Porque en muchas instalaciones, no solo faltan extintores, sino que los que hay no son adecuados al riesgo presente.
Y aquí volvemos al mismo punto de partida: falta formación, falta inspección, falta profesionalidad. Por eso es importante que las autoridades locales no deleguen esta cuestión en manos inexpertas o que simplemente "cumplen el expediente".
Quien quiera profundizar, encontrará más info sobre extintores CO2 consultando a proveedores especializados, técnicos de prevención o incluso organismos de seguridad industrial. Pero antes de buscar detalles, hay que tener lo básico cubierto.
Uno de los aspectos más lamentables de todo este asunto es la falta de transparencia. ¿Dónde están los informes de inspección? ¿Qué edificios tienen los extintores al día? ¿Cuántas anomalías se han detectado y corregido?
No hay datos accesibles. No hay responsables señalados. Y cuando se pregunta, se responde con evasivas o con frases del tipo “estamos trabajando en ello”. Palabras que, como los extintores caducados, no sirven de nada cuando arde el suelo.
Es muy fácil hablar de participación ciudadana mientras se niega al ciudadano la información más básica: si los espacios públicos están protegidos ante un incendio. No es un capricho. Es una obligación legal. Y también es una cuestión ética.
La solución no es compleja. Se llama sentido común. Se trata de cumplir con la ley, de establecer prioridades, de cuidar a la gente. Y eso pasa por cosas tan simples como revisar un extintor, como tener un plan de evacuación actualizado, como no fingir que todo va bien mientras se acumula el óxido y el polvo en los pasillos.
Barcelona no puede permitirse este nivel de negligencia. Porque es una ciudad con recursos, con técnicos cualificados, con estructura. Solo falta lo más importante: voluntad. Voluntad de hacer bien las cosas. De actuar antes de que ocurra una desgracia. De dejar de esconderse detrás de frases vacías y afrontar los problemas con decisión y seriedad.